Sexualidad

Las ganas de tener ganas

Woman-Licking-Her-Lips

Ahí está ella, con la mirada apagada. Parece ser lo que queda de una mujer feliz. Su pelo se bate con el viento, la brisa lo lleva con timidez de un lado a otro. Con su mano lo retira de su cara, quiere ver mejor la pantalla de su celular para así escoger la siguiente canción, única compañía junto a sus ideas, por un rato, se nota, se le ve.

De su amplia selección de tonadas seguramente no encontró una que la llenara. Prefirió el silencio. Miró por la ventana, el viento cesó y una lagrima bajo despacio por su rostro. Ella, tan natural como fría, la dejo caer desde los parpados hasta el mentón. Su brillante huella la podías ver a metros como a metros también sentías su dolor.

Pude acercarme, seguro, antes no me ha faltado ni la voluntad ni el valor. Preferí quedarme a distancia, finalmente no es asunto mio, no todavía.

El recorrido caprichoso de nuestras vidas nos puso uno frente al otro sin mayor distancia que el respeto y un par de sujetos en medio del bus. No pude dejar de mirarle, quizá tratando de pasarle algo de animo, del poco que puedo tener al final de un largo día.

Las personas vienen y van, algunos son reemplazados, otros no. El bus se desocupa, frente a frente, por fin. Me mira y aunque en principio corta la mirada la segunda pasada es más profunda, se detiene, lo hago igual. Sonríe de alguna manera o tal vez lo imaginé, no sé.

El “hola” llegó tan natural que no requirió una larga bienvenida. Pronto estábamos intercambiando ideas no sin antes limpiarse el rostro. “¿No te ha pasado que llegas a un punto en que se te van las ganas?, quiero volver a tener ganas, tengo ganas de tener ganas” me dijo consciente de la pequeña incoherencia. “¿Me entendés?” cerró el dialogo.

Claro que le entiendo, no es normal perderlas pero tampoco es algo inusual. Los machistas dirán que siempre andan con ganas y que no tenerlas es de niñas o algo así, no importa, saben, en el fondo, que no todos los días estás con las suficientes ganas para mostrar que en efecto tenes ganas. Entrar y salir, cumplir, partir. Eso no cuenta.

Supe, ella contó todo, que un mal amor se las llevó. Decidió entregárselas todas, como debe ser, pero optó por no guardar para ella. Grave error, siempre debes dejar algo para ti, las ganas de ti, el amor propio, el deseo de estar bien, eso no lo das.

Las tomo como un ladrón, un ladrón con permiso. Se las llevó sin avisar, simplemente la última vez no las regresó. “Quizá no las cuidé como debía, me entregué mucho a muy poco, le dí y no pedí, perdí”. Repetía. Es probable, pensé, cuando decides entregarte a alguien más es importante recordar que tu intimidad se va con esa persona, que tu pareja es tan tuya como tu pero así mismo tú eres de ella, es un contrato tácito temporal firmado con sudor y demás. Son, serán un recuerdo eterno, por corto que sea el encuentro o la duración del acuerdo, así no tengan nombre o apellido están grabados en la memoria.

Las ganas no se pierden o se van, le dije, simplemente andan por ahí recuperándose, buscando refuerzos, preparándose para el momento exacto (a veces equivocan el lugar) para tomar por asalto tu ser. Tu nariz olerá mejor, tus ojos verán a profundidad. Tus oídos serán sensibles al menor sonido y tu piel sentirá hasta con la imaginación. Tu boca, entreabierta sólo dirá deseo, tenuemente. Ya verás.

El cuándo, no lo sé. A veces basta un recuerdo, uno de aquellos. De esos que tienes cuando el cuerpo pide por aquello que sabe disfrutar. Otras veces son las emociones, el anhelo de un abrazo, de un beso bien dado y recibido. No hay un detonante particular, pero, créeme, le insistí, las ganas están ahí, ya verás.

Su rostro cambió. Su mirada se encendió. Tienes razón, dijo mientras sus piernas encontraban una mejor posición. Es raro, comentó, empiezo a sentirlas de nuevo, empiezo sentirlas en mi, me quiero, me gusto, me deseo. Si.

Apenado tuve que mirar para otro lado, aunque dentro de mi supe que las ganas la encontraron a ella, la premiaron por la espera, le agradecieron el duelo por aquel mal amor. Ganas que vuelven con ganas, esas son las mejores. Ya quiero, ya necesito, gracias. Me dijo, sonreía y del bus se bajo cantando.

Mi camino siguió. Mis ganas me preguntaron por nosotros, “¿tu y yo que venimos siendo?” fue su inquietud, con la mano en el pecho y mirándolas de frente les dije con sinceridad: Tu y yo venimos siendo la persona que esta por llegar.

Germán Salcedo Cajiao

@germanchos

*Foto: woelt.nl

Originalmente publicado en ConLaOrejaRoja.com el 04 de marzo de 2016